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La confección de este blog consiste en ir subiendo trabajos personales, los cuales e desarrollado en el transcurso  del semestre, mi intención  es mantener esta plataforma  para así registrar trabajos a futuro, a demás integre imágenes las cuales uno las pincha y nos manda directamente al la pagina que describe el pie de foto. la integración de raperos chilenos y extranjeros es la es un gusto personal por su música, también quise compartir algo que me apasiona o mas bien se definía  como mi  anhelo,  hoy  puedo decir que esta en proceso, para así se transforme en una realidad. que es la creación de música "rap" con esto agregue mi soundcloud, y el de otro raperos.

Nach Scrath (Rapero de España)

Si estoy solo tu me acojes eres mi fiel compañía, 
me hablas sincera y me esperas cuando empieza el día. 
Mi guía, mi faro de Alejandría, si me ves perdido 
te miro y elimino la tristeza en un suspiro. 

Das sentido a mi existencia, tú desobediencia, 
tú, sola presencia merece mi reverencia, 
tú me diste un don, fuiste mi espada, 
siempre encerrada en tu prisión si la inspiración faltaba. 

Desde la nada me abrazas, no prohibes ni amenazas 
tan romántica y auténtica, tú nunca te disfrazas 
como un hada y un verdugo firme escudo en la batalla, 
tú, a quién acudo si otros fallan. 

Me das retos, aventuras y responsabilidad, 
me das éxito y dinero me quitas la intimidad, 
me exiges crear, me haces temblar, soñar, me curas 
me eliges para hablar si las calles están mudas. 

Me desnudas con ternura y siento tu tacto y tu olor, 
si te veo volar libre entre la voz de un cantautor 
eres Ópera y Flamenco, eres todo lo que tengo y te amo, 
mientras brotas entre las notas de un piano. 

Y me desintegras pintando estas noches negras, 
me alegras, me invades, me evades, alejas las tinieblas 
y me resucitas siempre, nunca me mientes 
eres el recipiente donde lágrimas se vierten. 

Eres Tango y eres ritmo vives en do, re, mi, fa 
impredecible compás cuando te vistes de Jazz, 
llegas y me das ógixeno, mi único somnífero 
si el mortífero estrés tensa mis músculos, discípulo 

de tu inmensa maestría cuando no te conocía, 
como podía vivir sin percibir tu melodía 
fuiste mía y solo mía en mis horas de miseria, 
compones la banda sonora de esta tragicomedia. 

Tú reina entre mil reyes, cumbre de mis valles, 
me levitas y asi evitas que tanto odio me ametralle 
tú, si eres Hip-Hop muestras denuncia y carisma, 
pero te vistes de clásica y sigues siendo la misma. 

Eres tú, mi suerte, eres tú, tan fuerte, eres tú, tú, tan diferente 
surges y de repente la vida olvida a la muerte. 
Imposible de tenerte si naces de un pentagrama, 
si el drama yace en mi cama me abres enormes ventanas, 

tu llama jamás se apaga, luz de eterna juventud 
cuando llores punteando una guitarra de Blues. 
Eres tú, la rabia sucia y rasgada de Kurt Cobain 
el compromiso sincero de Marvin Gaye, 

la grandeza de John Coltrane improvisando con el saxo, 
la mirada niñada en los ojos de Michael Jackson. 
Y es que tu son me sedujo, tu luz me dejo perplejo y caí, 
reviví como el sol en forma de Soul y R&B 

bebí de tí el elixir y resistí los golpes, 
si fui torpe encontre por fin mi norte, mi soporte. 
Entre acordes de Mark Knopfler redobles de Hanckock Herbi, 
de Vivaldi hasta Elvis, desde Verdi hasta Jack Berry. 

Inmortales piezas musicales hacen que el tiempo se pare, 
estallan como bombas provocando ondas letales 
de esperanza, de aliento y vida, mi gran amiga 
solo tu haces eficaces todas las frases que diga, 

mi balanza, mi paz, mi druida, en la fatiga 
solo tu haces realidad los sueños que yo persiga. 
Y es que sin ti no hay destino, solo piedra y mil caminos, 
sin ti, soy un mimo temblando en el camerino. 

Pero tu acojes mis voces si me ves desorientado, 
y bailas conmigo un Vals igual que dos enamorados. 
Eres la llave inmortal que abre este mental presidio, 
desde Tiste-tutanclan hasta el ójala de Silvio. 

Envidio el poder que impones en canciones 
despiertas mis emociones, con creaciones de Ennio Morricone. 
Sensaciones sin control cuando eres Rock n' Roll, 
el erotismo de un bemol en la voz de Diana Krall 

el solo de guitarra eléctrica que el silencio rompe, 
la armónica que esconden las manos de Steve Wonder. 
Te vi dónde todo acaba y Nada Sira con Black Sabbath 
respiras vida con la calma que inspira Bob Dylan, 

oscilas y posees a James Brown mueves su cuerpo, 
junto a Freddy Mercury, Ray Charles jamás habrán muerto. 
Y es cierto da igual que suenes con un arpa o un acai, 
con la clase de Frank Sinatra o de Barry white. 

Rapero Chileno Chester alias CHR (MicAberración)

Bien...2006...come on..déjalo sonando allí un rato 
pa que te cuente... 

Entre el micrófono y yo, siempre hubo química 
te contó que con el playback te hace mímica 
va a criticar mi habilidad es verídica 
te mando a vomitar tu lírica bulímica a la clínica 
para que ir de campeón... 
si tratara en su cara no hay comparación 
quieren mensaje? bien usen condón 
si es censura está en cuatro en mi habitación 
la convicción de que había que decirla 
las cosas como son...así nació esta aberración 
si te llega ponte un tapón en los oídos 
me querrán linchar por cada renglón que escribo 
Descaro, escándalo, escoria suma esos tres 
permíteme la desfachatez.. 
andrés se las trean..aún no lo saben.. 
es made in chile..en la face se te caen 

Descaro, escándalo, escoria suma esos tres 
permíteme la desfachatez.. 
andrés se las trean..aún no lo saben.. 
es made in chile..en la face se te caen 

(Ya lo sabes)(no hay duda) 

Cuánta música bajay por hi-fi ni caxay lo que escuchay 
de qué rap me hablay... 
metimos el trance, el trastorno, el estrago.. 
somos tags en las ventanas del transantiago 
cuántos hijos de p..quisieran erradicar esta mi... 
aunque tiren la cadena no se va.. 
si jamás ha estao obsoleto 
sonará en las piezas de tus hijos y tus nietos 
la suciedad de las calles invade tu hogar.. 
cerrar las puertas y ventanas no va a funcionar de na 
seremos un virus de computadora gozaría con lo que me da 
el soulseek por hora 
qué mala broma no esperes un diploma 
no pesco más sólo deformamos este idioma 
hecho en casa..independiente 
al dueño del sello bótale los dientes 

Descaro, escándalo, escoria suma esos tres 
permíteme la desfachatez.. 
andrés se las trean..aún no lo saben.. 
es made in chile..en la face se te caen 

Descaro, escándalo, escoria suma esos tres 
permíteme la desfachatez.. 
andrés se las trean..aún no lo saben.. 
es made in chile..en la face se te caen 

Palomas en la pared. Esmalte negro y blaco.

 
 
Este ejercicio se relaciona mucho con lo que es la sobra la luz y el tiempo del día, ya que a medida que el día va transcurriendo el sombreado va variando haciendo que este encaje de manera precisa con las palomas haciéndolas dialogar en un contexto natural, pero a la vez mostrándolas en una ficción. Para una mejor explicación visual comiencen a observar detenidamente cada fotografía, y vean el recorrido de la sobra y su interacción con las palomas pintadas.
 
 
 
 
 
 
 










                                       Julio Cortázar "La noche Boca Arriba"




A mitad del largo zaguán del hotel pensó que debía ser tarde y se apuró a salir a la calle y sacar la motocicleta del rincón donde el portero de al lado le permitía guardarla. En la joyería de la esquina vio que eran las nueve menos diez; llegaría con tiempo sobrado adonde iba. El sol se filtraba entre los altos edificios del centro, y él -porque para sí mismo, para ir pensando, no tenía nombre- montó en la máquina saboreando el paseo. La moto ronroneaba entre sus piernas, y un viento fresco le chicoteaba los pantalones.

Dejó pasar los ministerios (el rosa, el blanco) y la serie de comercios con brillantes vitrinas de la calle Central. Ahora entraba en la parte más agradable del trayecto, el verdadero paseo: una calle larga, bordeada de árboles, con poco tráfico y amplias villas que dejaban venir los jardines hasta las aceras, apenas demarcadas por setos bajos. Quizá algo distraído, pero corriendo por la derecha como correspondía, se dejó llevar por la tersura, por la leve crispación de ese día apenas empezado. Tal vez su involuntario relajamiento le impidió prevenir el accidente. Cuando vio que la mujer parada en la esquina se lanzaba a la calzada a pesar de las luces verdes, ya era tarde para las soluciones fáciles. Frenó con el pie y con la mano, desviándose a la izquierda; oyó el grito de la mujer, y junto con el choque perdió la visión. Fue como dormirse de golpe.

Volvió bruscamente del desmayo. Cuatro o cinco hombres jóvenes lo estaban sacando de debajo de la moto. Sentía gusto a sal y sangre, le dolía una rodilla y cuando lo alzaron gritó, porque no podía soportar la presión en el brazo derecho. Voces que no parecían pertenecer a las caras suspendidas sobre él, lo alentaban con bromas y seguridades. Su único alivio fue oír la confirmación de que había estado en su derecho al cruzar la esquina. Preguntó por la mujer, tratando de dominar la náusea que le ganaba la garganta. Mientras lo llevaban boca arriba hasta una farmacia próxima, supo que la causante del accidente no tenía más que rasguños en la piernas. "Usté la agarró apenas, pero el golpe le hizo saltar la máquina de costado..."; Opiniones, recuerdos, despacio, éntrenlo de espaldas, así va bien, y alguien con guardapolvo dándole de beber un trago que lo alivió en la penumbra de una pequeña farmacia de barrio.

La ambulancia policial llegó a los cinco minutos, y lo subieron a una camilla blanda donde pudo tenderse a gusto. Con toda lucidez, pero sabiendo que estaba bajo los efectos de un shock terrible, dio sus señas al policía que lo acompañaba. El brazo casi no le dolía; de una cortadura en la ceja goteaba sangre por toda la cara. Una o dos veces se lamió los labios para beberla. Se sentía bien, era un accidente, mala suerte; unas semanas quieto y nada más. El vigilante le dijo que la motocicleta no parecía muy estropeada. "Natural", dijo él. "Como que me la ligué encima..." Los dos rieron y el vigilante le dio la mano al llegar al hospital y le deseó buena suerte. Ya la náusea volvía poco a poco; mientras lo llevaban en una camilla de ruedas hasta un pabellón del fondo, pasando bajo árboles llenos de pájaros, cerró los ojos y deseó estar dormido o cloroformado. Pero lo tuvieron largo rato en una pieza con olor a hospital, llenando una ficha, quitándole la ropa y vistiéndolo con una camisa grisácea y dura. Le movían cuidadosamente el brazo, sin que le doliera. Las enfermeras bromeaban todo el tiempo, y si no hubiera sido por las contracciones del estómago se habría sentido muy bien, casi contento.

Lo llevaron a la sala de radio, y veinte minutos después, con la placa todavía húmeda puesta sobre el pecho como una lápida negra, pasó a la sala de operaciones. Alguien de blanco, alto y delgado, se le acercó y se puso a mirar la radiografía. Manos de mujer le acomodaban la cabeza, sintió que lo pasaban de una camilla a otra. El hombre de blanco se le acercó otra vez, sonriendo, con algo que le brillaba en la mano derecha. Le palmeó la mejilla e hizo una seña a alguien parado atrás.

Como sueño era curioso porque estaba lleno de olores y él nunca soñaba olores. Primero un olor a pantano, ya que a la izquierda de la calzada empezaban las marismas, los tembladerales de donde no volvía nadie. Pero el olor cesó, y en cambio vino una fragancia compuesta y oscura como la noche en que se movía huyendo de los aztecas. Y todo era tan natural, tenía que huir de los aztecas que andaban a caza de hombre, y su única probabilidad era la de esconderse en lo más denso de la selva, cuidando de no apartarse de la estrecha calzada que sólo ellos, los motecas, conocían.

Lo que más lo torturaba era el olor, como si aun en la absoluta aceptación del sueño algo se revelara contra eso que no era habitual, que hasta entonces no había participado del juego. "Huele a guerra", pensó, tocando instintivamente el puñal de piedra atravesado en su ceñidor de lana tejida. Un sonido inesperado lo hizo agacharse y quedar inmóvil, temblando. Tener miedo no era extraño, en sus sueños abundaba el miedo. Esperó, tapado por las ramas de un arbusto y la noche sin estrellas. Muy lejos, probablemente del otro lado del gran lago, debían estar ardiendo fuegos de vivac; un resplandor rojizo teñía esa parte del cielo. El sonido no se repitió. Había sido como una rama quebrada. Tal vez un animal que escapaba como él del olor a guerra. Se enderezó despacio, venteando. No se oía nada, pero el miedo seguía allí como el olor, ese incienso dulzón de la guerra florida. Había que seguir, llegar al corazón de la selva evitando las ciénagas. A tientas, agachándose a cada instante para tocar el suelo más duro de la calzada, dio algunos pasos. Hubiera querido echar a correr, pero los tembladerales palpitaban a su lado. En el sendero en tinieblas, buscó el rumbo. Entonces sintió una bocanada del olor que más temía, y saltó desesperado hacia adelante.

-Se va a caer de la cama -dijo el enfermo de la cama de al lado-. No brinque tanto, amigazo.
Abrió los ojos y era de tarde, con el sol ya bajo en los ventanales de la larga sala. Mientras trataba de sonreír a su vecino, se despegó casi físicamente de la última visión de la pesadilla. El brazo, enyesado, colgaba de un aparato con pesas y poleas. Sintió sed, como si hubiera estado corriendo kilómetros, pero no querían darle mucha agua, apenas para mojarse los labios y hacer un buche. La fiebre lo iba ganando despacio y hubiera podido dormirse otra vez, pero saboreaba el placer de quedarse despierto, entornados los ojos, escuchando el diálogo de los otros enfermos, respondiendo de cuando en cuando a alguna pregunta. Vio llegar un carrito blanco que pusieron al lado de su cama, una enfermera rubia le frotó con alcohol la cara anterior del muslo, y le clavó una gruesa aguja conectada con un tubo que subía hasta un frasco lleno de líquido opalino. Un médico joven vino con un aparato de metal y cuero que le ajustó al brazo sano para verificar alguna cosa. Caía la noche, y la fiebre lo iba arrastrando blandamente a un estado donde las cosas tenían un relieve como de gemelos de teatro, eran reales y dulces y a la vez ligeramente repugnantes; como estar viendo una película aburrida y pensar que sin embargo en la calle es peor; y quedarse.

Vino una taza de maravilloso caldo de oro oliendo a puerro, a apio, a perejil. Un trozito de pan, más precioso que todo un banquete, se fue desmigajando poco a poco. El brazo no le dolía nada y solamente en la ceja, donde lo habían suturado, chirriaba a veces una punzada caliente y rápida. Cuando los ventanales de enfrente viraron a manchas de un azul oscuro, pensó que no iba a ser difícil dormirse. Un poco incómodo, de espaldas, pero al pasarse la lengua por los labios resecos y calientes sintió el sabor del caldo, y suspiró de felicidad, abandonándose.

Primero fue una confusión, un atraer hacia sí todas las sensaciones por un instante embotadas o confundidas. Comprendía que estaba corriendo en plena oscuridad, aunque arriba el cielo cruzado de copas de árboles era menos negro que el resto. "La calzada", pensó. "Me salí de la calzada." Sus pies se hundían en un colchón de hojas y barro, y ya no podía dar un paso sin que las ramas de los arbustos le azotaran el torso y las piernas. Jadeante, sabiéndose acorralado a pesar de la oscuridad y el silencio, se agachó para escuchar. Tal vez la calzada estaba cerca, con la primera luz del día iba a verla otra vez. Nada podía ayudarlo ahora a encontrarla. La mano que sin saberlo él aferraba el mango del puñal, subió como un escorpión de los pantanos hasta su cuello, donde colgaba el amuleto protector. Moviendo apenas los labios musitó la plegaria del maíz que trae las lunas felices, y la súplica a la Muy Alta, a la dispensadora de los bienes motecas. Pero sentía al mismo tiempo que los tobillos se le estaban hundiendo despacio en el barro, y la espera en la oscuridad del chaparral desconocido se le hacía insoportable. La guerra florida había empezado con la luna y llevaba ya tres días y tres noches. Si conseguía refugiarse en lo profundo de la selva, abandonando la calzada más allá de la región de las ciénagas, quizá los guerreros no le siguieran el rastro. Pensó en la cantidad de prisioneros que ya habrían hecho. Pero la cantidad no contaba, sino el tiempo sagrado. La caza continuaría hasta que los sacerdotes dieran la señal del regreso. Todo tenía su número y su fin, y él estaba dentro del tiempo sagrado, del otro lado de los cazadores.

Oyó los gritos y se enderezó de un salto, puñal en mano. Como si el cielo se incendiara en el horizonte, vio antorchas moviéndose entre las ramas, muy cerca. El olor a guerra era insoportable, y cuando el primer enemigo le saltó al cuello casi sintió placer en hundirle la hoja de piedra en pleno pecho. Ya lo rodeaban las luces y los gritos alegres. Alcanzó a cortar el aire una o dos veces, y entonces una soga lo atrapó desde atrás.
-Es la fiebre -dijo el de la cama de al lado-. A mí me pasaba igual cuando me operé del duodeno. Tome agua y va a ver que duerme bien.
Al lado de la noche de donde volvía, la penumbra tibia de la sala le pareció deliciosa. Una lámpara violeta velaba en lo alto de la pared del fondo como un ojo protector. Se oía toser, respirar fuerte, a veces un diálogo en voz baja. Todo era grato y seguro, sin acoso, sin... Pero no quería seguir pensando en la pesadilla. Había tantas cosas en qué entretenerse. Se puso a mirar el yeso del brazo, las poleas que tan cómodamente se lo sostenían en el aire. Le habían puesto una botella de agua mineral en la mesa de noche. Bebió del gollete, golosamente. Distinguía ahora las formas de la sala, las treinta camas, los armarios con vitrinas. Ya no debía tener tanta fiebre, sentía fresca la cara. La ceja le dolía apenas, como un recuerdo. Se vio otra vez saliendo del hotel, sacando la moto. ¿Quién hubiera pensado que la cosa iba a acabar así? Trataba de fijar el momento del accidente, y le dio rabia advertir que había ahí como un hueco, un vacío que no alcanzaba a rellenar. Entre el choque y el momento en que lo habían levantado del suelo, un desmayo o lo que fuera no le dejaba ver nada. Y al mismo tiempo tenía la sensación de que ese hueco, esa nada, había durado una eternidad. No, ni siquiera tiempo, más bien como si en ese hueco él hubiera pasado a través de algo o recorrido distancias inmensas. El choque, el golpe brutal contra el pavimento. De todas maneras al salir del pozo negro había sentido casi un alivio mientras los hombres lo alzaban del suelo. Con el dolor del brazo roto, la sangre de la ceja partida, la contusión en la rodilla; con todo eso, un alivio al volver al día y sentirse sostenido y auxiliado. Y era raro. Le preguntaría alguna vez al médico de la oficina. Ahora volvía a ganarlo el sueño, a tirarlo despacio hacia abajo. La almohada era tan blanda, y en su garganta afiebrada la frescura del agua mineral. Quizá pudiera descansar de veras, sin las malditas pesadillas. La luz violeta de la lámpara en lo alto se iba apagando poco a poco.

Como dormía de espaldas, no lo sorprendió la posición en que volvía a reconocerse, pero en cambio el olor a humedad, a piedra rezumante de filtraciones, le cerró la garganta y lo obligó a comprender. Inútil abrir los ojos y mirar en todas direcciones; lo envolvía una oscuridad absoluta. Quiso enderezarse y sintió las sogas en las muñecas y los tobillos. Estaba estaqueado en el piso, en un suelo de lajas helado y húmedo. El frío le ganaba la espalda desnuda, las piernas. Con el mentón buscó torpemente el contacto con su amuleto, y supo que se lo habían arrancado. Ahora estaba perdido, ninguna plegaria podía salvarlo del final. Lejanamente, como filtrándose entre las piedras del calabozo, oyó los atabales de la fiesta. Lo habían traído al teocalli, estaba en las mazmorras del templo a la espera de su turno.

Oyó gritar, un grito ronco que rebotaba en las paredes. Otro grito, acabando en un quejido. Era él que gritaba en las tinieblas, gritaba porque estaba vivo, todo su cuerpo se defendía con el grito de lo que iba a venir, del final inevitable. Pensó en sus compañeros que llenarían otras mazmorras, y en los que ascendían ya los peldaños del sacrificio. Gritó de nuevo sofocadamente, casi no podía abrir la boca, tenía las mandíbulas agarrotadas y a la vez como si fueran de goma y se abrieran lentamente, con un esfuerzo interminable. El chirriar de los cerrojos lo sacudió como un látigo. Convulso, retorciéndose, luchó por zafarse de las cuerdas que se le hundían en la carne. Su brazo derecho, el más fuerte, tiraba hasta que el dolor se hizo intolerable y hubo que ceder. Vio abrirse la doble puerta, y el olor de las antorchas le llegó antes que la luz. Apenas ceñidos con el taparrabos de la ceremonia, los acólitos de los sacerdotes se le acercaron mirándolo con desprecio. Las luces se reflejaban en los torsos sudados, en el pelo negro lleno de plumas. Cedieron las sogas, y en su lugar lo aferraron manos calientes, duras como el bronce; se sintió alzado, siempre boca arriba, tironeado por los cuatro acólitos que lo llevaban por el pasadizo. Los portadores de antorchas iban adelante, alumbrando vagamente el corredor de paredes mojadas y techo tan bajo que los acólitos debían agachar la cabeza. Ahora lo llevaban, lo llevaban, era el final. Boca arriba, a un metro del techo de roca viva que por momentos se iluminaba con un reflejo de antorcha. Cuando en vez del techo nacieran las estrellas y se alzara ante él la escalinata incendiada de gritos y danzas, sería el fin. El pasadizo no acababa nunca, pero ya iba a acabar, de repente olería el aire libre lleno de estrellas, pero todavía no, andaban llevándolo sin fin en la penumbra roja, tironeándolo brutalmente, y él no quería, pero cómo impedirlo si le habían arrancado el amuleto que era su verdadero corazón, el centro de la vida.

Salió de un brinco a la noche del hospital, al alto cielo raso dulce, a la sombra blanda que lo rodeaba. Pensó que debía haber gritado, pero sus vecinos dormían callados. En la mesa de noche, la botella de agua tenía algo de burbuja, de imagen traslúcida contra la sombra azulada de los ventanales. Jadeó buscando el alivio de los pulmones, el olvido de esas imágenes que seguían pegadas a sus párpados. Cada vez que cerraba los ojos las veía formarse instantáneamente, y se enderezaba aterrado pero gozando a la vez del saber que ahora estaba despierto, que la vigilia lo protegía, que pronto iba a amanecer, con el buen sueño profundo que se tiene a esa hora, sin imágenes, sin nada... Le costaba mantener los ojos abiertos, la modorra era más fuerte que él. Hizo un último esfuerzo, con la mano sana esbozó un gesto hacia la botella de agua; no llegó a tomarla, sus dedos se cerraron en un vacío otra vez negro, y el pasadizo seguía interminable, roca tras roca, con súbitas fulguraciones rojizas, y él boca arriba gimió apagadamente porque el techo iba a acabarse, subía, abriéndose como una boca de sombra, y los acólitos se enderezaban y de la altura una luna menguante le cayó en la cara donde los ojos no querían verla, desesperadamente se cerraban y abrían buscando pasar al otro lado, descubrir de nuevo el cielo raso protector de la sala. Y cada vez que se abrían era la noche y la luna mientras lo subían por la escalinata, ahora con la cabeza colgando hacia abajo, y en lo alto estaban las hogueras, las rojas columnas de rojo perfumado, y de golpe vio la piedra roja, brillante de sangre que chorreaba, y el vaivén de los pies del sacrificado, que arrastraban para tirarlo rodando por las escalinatas del norte. Con una última esperanza apretó los párpados, gimiendo por despertar. Durante un segundo creyó que lo lograría, porque estaba otra vez inmóvil en la cama, a salvo del balanceo cabeza abajo. Pero olía a muerte y cuando abrió los ojos vio la figura ensangrentada del sacrificador que venía hacia él con el cuchillo de piedra en la mano. Alcanzó a cerrar otra vez los párpados, aunque ahora sabía que no iba a despertarse, que estaba despierto, que el sueño maravilloso había sido el otro, absurdo como todos los sueños; un sueño en el que había andado por extrañas avenidas de una ciudad asombrosa, con luces verdes y rojas que ardían sin llama ni humo, con un enorme insecto de metal que zumbaba bajo sus piernas. En la mentira infinita de ese sueño también lo habían alzado del suelo, también alguien se le había acercado con un cuchillo en la mano, a él tendido boca arriba, a él boca arriba con los ojos cerrados entre las hogueras.
Letra de Cevlade canción "Rapeando Bajo la Lluvia"


I'M SINGING IN THE RAIN 
JUST SINGIN' IN THE RAIN 
WHAT A GLORIOUS FEELING 
I'M HAPPY AGAIN 
I'M LAUGHING AT CLOUDS 
SO DARK UP ABOVE 
THE SUN'S IN MY HEART 
AND I'M READY FOR LOVE... 

Voy Rapeando bajo la lluvia, aplastando charcos con furia 
gritando Versos hardcore hoy quizás es mi ultimo día 
mi imagen se posa en poza en poses odiosas 
los sueños quitan el sueño , también a hijas y esposas 
hoy el es único día en el que podre descansar, bajo la lluvia las lagrimas se pueden disimular 
llevo un sin sabor amargo oculto en el paladar, no poder escribir es morir sin luchar 
esto no es un musical, tampoco una peli, estoy triste llevo whisky gin yo no soy Gene Kelly 
me voy a emborrachar en la parada del bus, luego me iré a la plaza a gozar la lluvia escuchando blues 
ese es mi panorama y no hay na' mejor que eso 
sin paragua ni paraguas solo un vino y un chaleco grueso 
sin besos que se vuelven bostezo, sin fingir tampoco que el amor tampoco se mide en pesos 
se derrite el cielo y parte de el cae en mis palmas 
se derrite mi alma y parte de ella se va al cielo 
cada rima lleva un trocito de mi pero me regenero 
en cada verso nuevo bebo cielo así no muero 
me vuelvo universo llueve agua o llueve verso 
esto es h2o o h2 honesto 
con esto busco la redención mi prevención 
es aliviar la tensión de no poder ser como el resto 

I'M SINGING IN THE RAIN 
JUST SINGIN' IN THE RAIN 
WHAT A GLORIOUS FEELING 
I'M HAPPY AGAIN 
I'M LAUGHING AT CLOUDS 
SO DARK UP ABOVE 
THE SUN'S IN MY HEART 
AND I'M READY FOR LOVE... 

llueve cae el agua empapa 
bajo el diluvio el lápiz busca lapa 
atrapa las ideas que escapan 
se manda un texto clásico y emboca al tap 
la felicidad de bailar aunque se bien que no es verdad 
tengo la voz gastada bastada en una escuchada 
nada mas le grito a las nubes gracias por sus lagrimas 
que llueva!! que llueva!! quiero salir de mi cueva mental 
si no soy su adán ella no sera tu eva nueva 
allí en el suelo mi triste reflejo mi única compañía en este mundo tan complejo, la lluvia lo hace mierda 
y yo solo estoy mejor, me quejo por que aunque lo dejo mi rap sigue siendo mi espejo 
al no poder escribir sentí que iba a estallar era un ahogo increíble 
era gritar bajo el mar, 
ya no duermo sin pastillas tampoco me salen letras 
tengo el pecho hecho pedazos tanta angustia aquí me aprieta, 
ya no salen buenos versos no me siento capas 
tengo la mansa guerra interna por tratar de hallar la paz 
siento caos dolor interminable es complicao' 
no puedo escribir na bueno desde el día que dijo chao 
quiero volver a ser persona y no lo logro, Soy un ogro cada día mas borracho mas triste y mas gordo 
rapeando bajo la lluvia yo estoy libre, lavare todas mis heridas de ser posible 

I'M SINGING IN THE RAIN 
JUST SINGIN' IN THE RAIN 
WHAT A GLORIOUS FEELING 
I'M HAPPY AGAIN 
I'M LAUGHING AT CLOUDS 
SO DARK UP ABOVE 
THE SUN'S IN MY HEART 
AND I'M READY FOR LOVE... 

Pintura sobre estructura metálica de dos mesas.


Este ejercicio comenzó a tomar forma, cuando descubrí sus dimensiones y estructura como tal.
este es un ejercicio de pintar su forma, al ser negro solo hace alusión a tener un valor mas que un color, pero este caso, el ejercicio fue pensado en lograr una escultura dimensional o mas bien 3D, Colocada en un espacio dimensional, lo interesante de este trabajo que a medida que la luz solar entra en contacto con la escultura, esta va desarrollando un recorrido en el piso, el cual se puede relacionar con el tiempo y espacio, y en cuanto a la forma de la escultura, decidí realizarla en forma de T para así dejarla totalmente relacionada con el tema.